YA ES MUY TARDE Para Andar Jugando a La Religion

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 "Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, redimiendo el tiempo, porque los días son malos."

El apóstol Pablo, por el Espíritu Santo, nos aconseja diciéndonos que no andemos “como necios, mas como sabios; redimiendo el tiempo, porque los dias son malos” (Ef. 5:15-16). Si este consejo tuvo gran valor para los cristianos, hace ya 19 siglos, ¿qué diremos nosotros, a quienes nos ha tocado por la voluntad bendita de nuestro Dios, vivir en los últimos días de Su Iglesia sobre la Tierra? No podemos negar la turbulencia espiritual que prevalece en derredor nuestro, ni tampoco la podemos ignorar, mayormente cuando los que estamos despiertos, vemos a diario a tantos de nuestros hermanos que están adormecidos y que, en su empeño por “disimular” la realidad, lo único que están haciendo es dañarse a sí mismos y a muchos de los que los rodean.

Sin temor a dudas, podemos decir con toda certeza que el tiempo es cumplido, y muy pronto lo verá el mundo que no lo cree: ¡“La manifestación gloriosa del Gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo” (Tit. 2:13)! Es precisamente en esta maravillosa verdad en la que el diablo se empeña para que los hijos de Dios la tengamos en poco. No está conforme con que millones la nieguen, sino que, antes bien, se esfuerza para que el pueblo de Dios se adormezca y se distraiga. Eso lo ha conseguido y lo sigue consiguiendo poniendo a los cristianos a “jugar a la religión”, haciéndolos perder miserablemente el tiempo, viviendo en una apariencia que un día se tornará en un cruel desengaño.

En primer lugar, invito al lector a que considere a la inmensa multitud de profesantes cristianos que nos rodea, donde muchos millones con toda sinceridad están engañados creyendo en tradiciones e interpretaciones de hombres y, viviendo, por consiguiente, presos tras las rejas de las denominaciones y de las organizaciones religiosas, siendo esclavos de los hombres a quienes el diablo ha usado para controlar sus conciencias, no dejándolos pensar o razonar porsí mismos. Muchos de ellos ahí donde están y así como están, no están jugando, mas están en serio, por lo tanto su juicio está en las manos de Dios, por cuanto a nosotros no nos es dada la facultad para condenar a quienes así sirven o han servido al Señor. Aunque tampoco podemos decir que solamente con el hecho de que uno sea sincero, todo está bien, porque no diríamos la verdad.

Pero… ¿Qué excusa podrán poner los que un día fueron transformados y regenerados por el poder de Dios? ¡Los que un día recibieron revelación para entender que Dios es Uno y que Su Nombre es Jesús! ¡Los que un día fueron bautizados en el Precioso Nombre de Jesucristo, y llenos también con ese precioso don de Su Espíritu Santo! ¡Los que en el transcurso de sus vidas han experimentado la presencia real del Maestro y sus almas han sido objeto una y más veces de las caricias del Señor en sus almas! ¿Con qué cara (me he preguntado muchas veces) podrán comparecer delante del Señor los cristianos que habiendo sido testigos de las bendiciones descritas, ahorita andan “jugando a la religión”, “jugando a las iglesitas”? Son muchos los ministros y profesantes cristianos que hasta este día, usan su cristianismo como una máscara que solamente les sirve para alimentar su ego.

A la hora de señalar a los que “juegan a la religión”, es muy fácil poner la vista en aquel joven insensato que, así como no va al culto, así también fácilmente se va a la vagancia o va detrás de las costumbres de los irredentos. Es fácil señalar a la muchacha tonta que no realiza lo mal que se ve delante de Dios usando las modas deshonestas del mundo. Es fácil también apuntar a la hermana simple que en todo cuento está y que en todo chisme se mete. De igual manera, también es muy fácil señalar al hermano ignorante que el domingo está muy contrito durante el culto, pero que el lunes se va a vivir con los perversos y es parte de sus pláticas vanas. No es difícil identificar a esta clase de cristianos que, en la forma ya descrita o en una forma semejante, “juegan a la religión”. Cristianos cuya ciencia es tan limitada que no les alcanza ni para esconder su ignorancia y, por tanto, se echa de ver que no andan en serio.

Pero hay otra forma más peligrosa de “jugar a la religión”, y esta es en la que se usa de suficiente astucia para aparentar que sí se anda en serio. La anterior no pasa de afectar al incauto que “juega” y a alguno o dos más; pero esta última, ha arrastrado durante los siglos a los vasos usados por Satanás y a multitudes que han estado alrededor de ellos. A estos es a los que se refiere el apóstol cuando dice que tienen “apariencia de piedad”, pero que han “negado la eficacia de ella” (2 Tim. 3:5). Se trata de vasos que ejercen influencia entre las multitudes. Se trata de ministros, y no de ministros simples, (los cuales abundan donde quiera) que “creen que son algo” porque consiguen influenciar a 20 o 30 personas para que crean sus necedades, sino de los instrumentos especiales usados por Lucifer desde el principio para desviar y arruinar a miles y millones de cristianos sinceros pero engañados, que como ya lo dijimos antes, están en serio pero no se dan cuenta que están “jugando a la religión”.

Santiago apóstol nos describe perfectamente la sabiduría “terrena, animal, diabólica” (Stg. 3:13-16), el ambiente en que se cría y donde esta prevalece. Ningún cristiano sincero puede negar que ese es el ambiente que nos rodea, un ambiente donde son relativamente pocos los cristianos que viven bajo la guianza de “la sabiduría que es de lo alto (que), primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida” (Stg. 3:17). Ahora, nuevamente volvemos a repetir que el origen del mal descrito en la Iglesia de Cristo, fue en los primeros siglos; mas lo es también hasta el día de hoy, pero ahora con mayor intensidad. Esta es la religión organizada con la cual Satanás ha hecho corrales de todos tamaños, de todos colores y con diferentes sabores doctrinales y nombres denominacionales, con los cuales ha dividido y mutilado el cuerpo de Cristo, haciendo que los desviados se aborrezcan unos a otros, se desprecien, se enjuicien, se maldigan y aun se maten los unos a los otros. Y todo esto con mucha “seriedad y solemnidad”, aun con todas sus ceremonias, rituales y liturgias; pues dentro de cada corral, el diablo ha instigado a los vasos desviados para que edifiquen una estructura de autoridad secular con máscara de cristianismo, dentro de la cual hay “rango eclesiástico” y puestos de autoridades de tipo civil y títulos de renombre y de categoría para señalar grados de grandeza e importancia, y marcar así la diferencia de “los grandes” y los pequeños, de “los de arriba” y de los de abajo, de “los clérigos, ungidos, ordenados y distintos pertenecientes a la casta superior”, de “los laicos” y de los miembros, que para sus jefes realmente no son hermanos sino un hato de borregas tontas a las que se les puede sacar fácilmente la leche y la lana, pues ni la cabeza levantan. Ovejitas sinceras, pero ignorantes, que en vez de pasto en el pesebre, les echan basura, y obedientemente se la comen. Por esta razón, miles y millones están enfermos. Solamente “el Buen Pastor” (Jn. 10:11) los puede sanar, de acuerdo con lo que ha prometido, hablando por medio del profeta Ezequiel (Ez. 34).

En medio de esa turbulencia espiritual donde el diablo controla, usando la política mundana que le está prohibida a la Iglesia del Señor (Mt. 20:25-28), son muchos los que continuamente “juegan a la religión” y no tienen ni la menor intención de cambiar de actitud, pues ya están como el drogadicto que sabe lo malo que es aquello, pero no quiere (aunque se le ofrezca ayuda) dejar la droga, que en el caso de “la religión”, es esta la que alimenta su ego (el “yo”), fortalece su orgullo y además vitamina su soberbia para seguir sosteniendo la máscara de apariencia delante de los que la creen. Pero, por otra parte, son muchos más los que están en serio, sinceramente, y “juegan a la religión” porque están engañados; de entre ellos, el Señor está llamando a los Suyos, diciendo: “¡Salid de ella, pueblo Mío!” (Ap. 18:4). Ahora, los que sola y únicamente por la grande misericordia y amor de nuestro Cristo, hemos salido de Babilonia (confusión) para depender, confiar y esperar solamente en Jesucristo nuestro Dios. Andemos en santidad y limpieza por dentro y por fuera, amándole a Él y a nuestro prójimo. Porque hubo tiempo para jugar, ahora ya es muy tarde. Andemos en serio.

-Pastor Efraim Valverde Sr.

 

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