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Publicado: Jueves, 08 Junio 2017 07:10
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Escrito por Pastor Efraim Valverde Sr.
Sin temor a equivocarme, puedo decir que no existe entre todos los oficios debajo de este cielo, otro más grande, más santo y más sublime, que el llamamiento para ser MINISTRO DE CRISTO EL SEÑOR.
Es el oficio que aun los mismos ángeles con santa codicia anhelan y desean, el oficio que relativamente a muy pocos hombres es conferido, un oficio que a diferencia de todos los demás, no sólo principia en esta vida, para cumplirse, sino también para ser recompensado para siempre en la eternidad. El Espíritu Santo habló por Daniel profeta, diciendo: “y los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:3). Uno de los hombres más eminentes en este oficio, el apóstol Pablo, nos dice: “ Téngannos los hombres por ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios” (1 Cor. 4:1). Muchas otras porciones de la Escritura pudiera citar para comprobar lo sublime de la vocación santa del ministerio, pero más bien trato de fijar la atención de cada uno de nosotros en el precio y la condición para poseer esta honra: “Mas ahora se requiere en los dispensadores, QUE CADA UNO SEA HALLADO FIEL” (1 Cor. 4:2).
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