¡Ven Pronto Ya, Señor Jesús!

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“El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente, vengo en breve. Amén, sea así. Ven, Señor Jesús.” 
Ap. 22:20

Con esta invitación se cierran las páginas del Libro Santo, y el siervo de Dios que lo dijo hace ya aproximadamente 21 siglos (el apóstol Juan), terminó sus días y su peregrinación sobre la Tierra, habiendo visto la revelación que Dios le dio, el fin de los tiempos y las cosas que habrían de venir tanto al Pueblo de los santos como al mundo irredento, para culminar al final con el regreso glorioso del Señor Jesús y el establecimiento de Su reino milenial sobre esta Tierra. No le fue dado al apóstol el saber qué tantos siglos habrían de pasar aún, pero habiendo visto en aquellas visiones muchas de las cosas que a nosotros nos ha tocado ahora estar viendo (y aun sintiéndolas en el curso de nuestra vida diaria), Juan pidió con todo el entendimiento que le había sido dado de parte de Dios, por la única solución real para todos los problemas de la raza humana: “VEN, SEÑOR JESÚS” (Ap. 22:20).

Pablo apóstol describe perfectamente por inspiración del Espíritu Santo, el sentir que ha habido desde el principio (y que hay hasta este día) en el corazón de todos y cada uno de los que amamos al Señor Jesús de verdad, cuando dice que vivimos: “Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo” (Tit. 2:13), y ciertamente que cada cristiano fiel, al pasar cada día, no puede menos que sentir no solamente el anhelo, mas aun cierto desespero, porque llegue ese día glorioso cuando Cristo el Señor “vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria... a juntar a Sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro” (Mt. 24:30- 31).

No hay semana que transcurra sin que pase algún acontecimiento o suceso que en una forma u otra tenga que ver con el cumplimiento de alguna de las diversas y portentosas profecías que el Señor por Su Palabra nos dejó a Su pueblo para que entendiéramos el tiempo de Su regreso. Durante el transcurso del presente tiempo, las calamidades naturales se han multiplicado a tal grado por la redondez del mundo, que los científicos por todos los medios de comunicación, han tratado de calmar el pánico de las multitudes, diciendo que la situación no es tan seria como parece y que ya antes ha habido también tiempo de acontecimientos y casos semejantes; pero esas evasivas no pueden negar la realidad de la situación, sino que antes por el contario, comprueban que los tiempos ya no son normales. Solamente el número de los millares que han muerto durante este último tiempo a causa de los temblores, es una prueba suficiente para poner a pensar a los escépticos. Otra de las calamidades naturales que tiene preocupadas a todas las naciones, es la variación radical de los climas en diferentes regiones de la Tierra.

Por la otra parte, la explosión de la natalidad (que no hay manera de detenerla) está contribuyendo no solamente para aumentar el peligro del hambre mundial y de las pestes, sino también de las sediciones raciales y los tumultos políticos de las masas que, impulsadas por la necesidad y la miseria, están recurriendo más y más a la violencia para obtener lo que ellos consideran “su justicia”. Cabe mencionar también aquí, el problema económico al que se enfrenta Europa, Estados Unidos y otros países alrededor del mundo. Y qué decir de la tensa situación militar que existe en Rusia, China, Corea del Norte, Irán y el mundo Islámico. Como un gigante caldero hirviendo, el género humano ha entrado inexorablemente en una convulsión universal nunca antes experimentada, atizada por el fuego del odio y la rivalidad entre las razas y los pueblos del orbe. Como prueba innegable de esa situación, esta ingeniosa y absurda carrera de armamentos bélicos, en la que ya no solamente las superpotencias y los países ricos gastan la mayor parte de sus recursos económicos, sino que aun también los países pobres están invirtiendo lo poquito que tienen, no solamente en darle de comer a algunos de sus miserables ciudadanos, sino también en comprar armamentos de guerra.

Además de todo esto, vemos al Reloj de Dios (Israel) y su situación presente de disgusto y aborrecimiento que está recibiendo de parte del mundo por ser el pueblo de Dios, y por no ceder la tierra y la ciudad de Jerusalem que Dios les dio. Esto nos anuncia que el Señor viene pronto, lo cual nos impulsa a clamar: “Ven pronto ya, Señor Jesús”.

Entre esta avalancha mundial de sentimientos turbados, se encuentra el pueblo que reclama ser gente de Dios, que saben del Señor y que conocen la Palabra Santa, pero que son “los santos vencidos” que describe la Palabra Profética (Dn. 7:21; Ap. 13:7). Cristianos que viven en el molde de la iglesia de Éfeso (Ap. 2:2-4), y que han olvidado la amonestación de la Palabra de Dios (1 Cor. 13:1-8; Fil. 2:1-4). Cristianos que han dejado de darle importancia a las advertencias del discípulo amado (1 Jn. 2:15), y han dejado así “su primer amor” (Ap. 2:4).

En el capítulo 12 de la carta a los Romanos, Pablo describe en forma perfecta al cuerpo de Cristo y sus funciones, señalando en una forma en la que cualquier creyente puede entender, la manera en que debe de vivir el verdadero cristiano, y termina amonestando: “No seas vencido de lo malo; mas vence con el bien al mal”, y en esto está precisamente la clave de la derrota de una multitud de cristianos que profesan tener una religión, pero que en realidad no “aman Su venida” (2 Tim 4:8).

Hay una pregunta que hizo el Señor, que cada día que pasa está tomando un significado más y más terrible: “Empero cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). Fijémonos que esto lo dijo precisamente a causa de “unos que confiaban de sí como justos, y menospreciaban a los otros” (Lc. 18:9), y terminó el Maestro ilustrando el intento de esta suprema amonestación de advertencia con la parábola del Fariseo y del publicano. Ahora, “el Hijo del hombre” ya está por venir y la pregunta sigue repercutiendo por todos los ámbitos: “¿Hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8).

Dios le dijo al profeta Elías: “Yo haré que queden en Israel siete mil; todas rodillas que no se encorvaron a Baal, y bocas todas que no le besaron” (1 Rey. 19:18); y así de igual manera en estos últimos días de la gran “Babilonia (la gran confusión)” (Ap. 18:2). Dios está llamando de entre las multitudes confundidas de “santos vencidos” (Dn. 7:21; Ap. 13:7), y a los hombres y mujeres que han de servir a Cristo el Señor, no como dicen las tradiciones de tantas organizaciones religiosas, sino como está escrito en la Palabra Santa. Cristianos que están dispuestos a pagar el precio que señala el Señor, siguiendo los pasos no de “tal” o “cual” líder (ya fuere éste poco o muy popular), sino siguiendo los pasos que marcó nuestro Maestro: pasos de sangre, pasos de sufrimiento, pasos de sacrificio, de santidad, de humildad, de amor.

Si tú estás viviendo así mi amado hermano, entonces también vas a sentir lo mismo que sintió el anciano amado hace cerca ya de 21 siglos, y también vas a unir tu plegaria con todos los verdaderos creyentes por el mundo, clamando: ¡VEN PRONTO YA, SEÑOR JESÚS! Si no sientes así... DIOS TE BENDIGA MI HERMANO.

-Pastor Efraim Valverde, Sr.

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